El
reto de la filosofía
En los últimos lustros se ha venido apreciando una
tendencia ascendente a sustraerle espacio a la filosofía como asignatura
curricular en los diferentes tipos de enseñanza. Incluso se ha
trabajado sus saberes bajo otra denominación académica en
detrimento de su nombre genérico; cuestión ésta criticada por la UNESCO.
Unido a ello se ha venido presentando, al mismo tiempo,
problemas relacionados con la enseñabilidad de la disciplina en lo
referido a la necesidad de contar con una metodología específica que garantice
una enseñanza activa y participativa de los estudiantes para que puedan
apropiarse de las herramientas culturales adecuadas para abordar la realidad y
transformarla. En este sentido los estudios actuales se debaten entre si
los problemas relacionados con la enseñanza de la filosofía es un
problema de la filosofía de la educación, de la metodología de la enseñanza o
de las propias especificidades del cuerpo categorial de la filosofía como
un saber explicativo-valorativo.
El problema de la enseñabilidad de la Filosofía está
intrínsecamente ligado al proceso del desarrollo histórico de la práctica
social del pensamiento. Ya en tan temprana fecha Platón hacía referencia de
ello en su obra La República1 al reconocer como cualidades de la
naturaleza del filósofo: “el valor, la grandeza de alma, la facilidad para
aprender y la memoria” (2008: 163). Este problema se vuelve
recurrente en la actividad de los pensadores, desde los
sofistas hasta nuestros días, independientemente de la región del
saber explorada y del partidismo filosófico asumido.
A medida que la filosofía fue conformando, en el
decursar del tiempo, con el fenómeno educativo un binomio de
trabajo en la formación del hombre, se fue generando una
fisura entre la actividad de filosofar como esfera de actuación y
la enseñanza como actividad docente en la dinámica del proceso de
socialización. A modo de referente citemos: Benito de
Espinoza advertía que la acción de enseñar limitaba la actividad
profesional del filósofo, Kant que consideraba la filosofía
como “el sistema de todo conocimiento filosófico” hacía distinción
entre la filosofía “ex datis” , o sea, el conocimiento histórico de la
filosofía y su enseñanza y la filosofía “ex principiis”
como la actividad profesional del filósofo, y en este contexto
era partidario de aplicar el método matemático y sus
procedimientos; también concedía especial significación a la actividad
intelectual del reflexionar como dialéctica entre la apariencia y la
experiencia2. Por su parte, Hegel, en su Enciclopedia3, al considerar a
la filosofía no sólo como una ciencia, sino también como “un modo peculiar del
pensamiento” enfatiza en los procedimientos del filosofar en cuanto al ejercicio
del criterio desde los predios de la dialéctica.
Con el tiempo, el binomio
filosofía-educación se convirtió en una realidad determinante en el proceso
formativo socializador. El problema de la enseñanza de la filosofía traspasó
los límites del campo de la antigua fisura para abarcar un abanico mucho más
amplio de dimensiones tales como su propia gnoseología, la pedagogía y
con ella la metodología de la enseñanza, hasta proyectos socio-culturales
y políticos.
Pero el problema de la enseñabilidad excedió el
ámbito de la propia filosofía para penetrar en el fenómeno educativo en
correspondencia con las necesidades sociales de formación del hombre, sin
caer en un reduccionismo pedagógico. Baste, a modo de ejemplo, la
preocupación del filósofo por la docencia la labor de J.F. Herbart en
cuanto a la sistematización de la teoría pedagógica como una ciencia de la
educación4, el cual aseguraba que: “la pedagogía como ciencia depende de la
filosofía práctica (ética) y de la psicología. Aquella muestra el fin de la
educación; ésta, el camino, los medios y obstáculos.” (Apud. Urdanoz, 1991:
554). Precisamente en este contexto a fines del siglo XIX
emerge la filosofía de la educación.
No obstante a que “en la actualidad, los
criterios de definición de la naturaleza y principios de la filosofía de la
educación resultan ambiguos y extremadamente polémicos” (Martínez, 2003: 1), el
debate actual entorno al problema de la enseñabilidad de la filosofía se genera
desde la necesidad de una didáctica de la filosofía, como metodología
particular, a una filosofía de la educación que oriente la instrumentación del
fenómeno educativo. el debate actual entorno a lo prioritario en la enseñanza
de la filosofía implica las siguientes variables: el conocimiento netamente
relacionado con la historia de la filosofía y el desarrollo de competencias
intelectuales que como herramientas culturales le sirven al estudiante para
abordar el referente concreto, transferir y transformarlo, ello
sustentado por el binomio inteligencia-creatividad5; es decir, el
docente debe promover en el estudiante una actitud creadora ante las exigencias
del proceso de enseñanza-aprendizaje y su realidad contextual.
En este orden, la escuela francesa en un Manifiesto
para la enseñanza de la filosofía (2001) considera fundamentales las siguientes
competencias a desarrollar:
”Plantear problemas, analizar conceptos, descentrarse de su propio punto de vista y tomar distancia frente a las opiniones, ejercer un espíritu crítico frente a las ideas recibidas y a esquemas de pensamiento establecidos, pasar de la expresión inmediata y espontánea de su punto de vista al desarrollo argumentado y matizado de una posición, practicar el ir y venir desde lo abstracto a lo concreto, entre lo particular y lo universal, sacar las lecciones de un ejemplo y considerar las consecuencias de un principio, desarrollar el contenido y la formulación de sus ideas para tener objeciones en las que se reconoce la legitimidad, concluir una reflexión desde la exposición de una pregunta hasta la formulación de una respuesta ” (2001: 10)
”Plantear problemas, analizar conceptos, descentrarse de su propio punto de vista y tomar distancia frente a las opiniones, ejercer un espíritu crítico frente a las ideas recibidas y a esquemas de pensamiento establecidos, pasar de la expresión inmediata y espontánea de su punto de vista al desarrollo argumentado y matizado de una posición, practicar el ir y venir desde lo abstracto a lo concreto, entre lo particular y lo universal, sacar las lecciones de un ejemplo y considerar las consecuencias de un principio, desarrollar el contenido y la formulación de sus ideas para tener objeciones en las que se reconoce la legitimidad, concluir una reflexión desde la exposición de una pregunta hasta la formulación de una respuesta ” (2001: 10)
Antropología
filosófica
es una rama de la filosofía que se dedica al estudio
del ser humano alma y cuerpo; es el estudio del hombre que busca responder
preguntas que todos en algún momento nos hacemos como: ¿Qué es el hombre? ¿De
dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué es la muerte?
Delimitación del término, la Antropología Filosófica: Proviene
del término en griego άνθρωπος, ánthropos que significa “hombre” y
λόγος, logos que significa "razonamiento"
El objeto de estudio de la Antropología filosófica
surge de la preocupación por conocer más acerca de la existencia del ser humano
y la necesidad de profundizar en sí mismo. Busca identificar las
características del ser humano y se basa en los aspectos: material, biológico,
económico, cultural, social, etc. Esta
ciencia utiliza las enseñanzas de las ciencias naturales como la
biología, zoología, etología, paleo antropología, etc. y las
ciencias humanas para tratar de señalar las características de la del ser
humano, estudiando el entorno de los reinos mineral, vegetal y animal
CONCEPTO DE HOMBRE EN LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
Para Platón el hombre es ante todo un alma, de origen
divino, inmaterial, eterno e inmortal, unido accidentalmente al cuerpo como
consecuencia de un pecado y con la misión de gobernar y dirigir el cuerpo como
el timonel la nave.
El cuerpo es la cárcel del alma.
La Antropología de Platón tuvo una gran influencia en el
pensamiento cristiano y en el medieval.
San Agustín por influencia platónica atiende sobre
todo al alma como sede y habitáculo de la divinidad.
El hombre es visto a la luz de Dios que es principio ultimo
de su ser, perfección única, hogar único de toda verdad, principio modelo y fin
de todo hombre. En el conocimiento de la verdad esta nuestra felicidad que
define como el gozo de poseer la verdad. Por eso el vivir humano es un anhelo
intenso y continuado de Dios.
“Nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto hasta
que descanse en Ti" Distingue entre el libre albedrío o la capacidad de
elegir y libertad como realización del bien
El hombre posee la posibilidad de elegir entre el bien y el
mal pero, para elegir y practicar el bien necesita del auxilio de la gracia
divina. El hombre sólo se realiza en el amor. La alegría que nace de la verdad
amada y poseída, he aquí lo que todos buscan.
Era la antropología platónica sublimada por la vivencia
religiosa cristiana.
SANTO TOMÁS DE AQUINO
El hombre es un ser situado en las fronteras de lo material
y de lo espiritual porque es un ser en el que dos substancias incompletas,
cuerpo y alma se funden para formar una naturaleza completa, singular.
El alma humana ocupa un ínfimo lugar entre los seres
espirituales.
El alma por su naturaleza simple y espiritual, es creada por
Dios
El alma humana es sustancia incompleta destinada a formar
con el cuerpo una única naturaleza o principio de acción.
Sólo el hombre es persona, no lo es el alma de por sí,
aunque pueda subsistir con independencia del cuerpo.
El alma es simple y espiritual por eso no perece con el
cuerpo y es ella la que puede poseer plenamente a Dios. Alcanzar esa posesión
depende del ejercicio de la libre voluntad humana que no es sino el apetito
racional, facultad humana que tiene como objeto el bien en sí y como último
bien el Bien absoluto.
El fin último del hombre es Dios poseído plenamente como
verdad y Bien supremos. Por eso la sabiduría consiste no sólo en el
conocimiento sino en el amor. El Dios de Santo Tomás es el Dios de la
revelación evangélica.
Para alcanzar su fin último Dios ha dado al hombre la Ley
Natural que no es otra cosa que la participación de la Ley Eterna en la
criatura racional. Esa ley es puede descubrirla por la razón pero Dios ha
ayudado a su conocimiento por la revelación..
La Ley natural enseña y manda al hombre a vivir como
persona. En ella se fundamenta el valor de las leyes positivas legítimas que
pueda dar cualquier otra autoridad.
El Renacimiento no es más que el Humanismo, pero es también
un humanismo y un humanismo nuevo, es decir, una nueva comprensión del hombre.
Renace el entusiasmo por las humanidades clásicas, griegas y
romanas, y ello comporta la exaltación del hombre en cuanto a hombre.
Los grandes pintores y escultores italianos pintan y
esculpen al hombre y a la mujer buscando siempre su expresión más bella, más
vigorosa, más natural
Todos los artistas son cristianos pero sus pinceles y sus
gubias, no buscan una representación de lo divino en lo humano sino sólo lo
humano.
Se acentúa un antropocentrismo.
Por eso avanza un proceso de autonomía del hombre y de sus
realizaciones que, andando los años, desembocará en la secularización de la
razón, de la ciencia, de la sociedad y de la política.
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