miércoles, 11 de mayo de 2016

reto de la filosofa

El reto de la filosofía
En los últimos lustros se ha venido apreciando una tendencia ascendente  a sustraerle espacio a la filosofía como asignatura curricular en los diferentes tipos de enseñanza.  Incluso se ha   trabajado  sus saberes bajo otra  denominación académica en detrimento de su nombre genérico;  cuestión ésta criticada por la UNESCO.
Unido a ello se ha venido presentando, al mismo tiempo,  problemas relacionados con la enseñabilidad de la disciplina en lo referido a la necesidad de contar con una metodología específica que garantice una enseñanza activa y participativa de los estudiantes para que puedan apropiarse de las herramientas culturales adecuadas para abordar la realidad y transformarla. En este sentido los estudios  actuales se debaten entre si los problemas relacionados con la enseñanza  de la filosofía es un problema de la filosofía de la educación, de la metodología de la enseñanza o de las propias especificidades  del cuerpo categorial de la filosofía como un saber explicativo-valorativo.
El problema de la enseñabilidad de la Filosofía está intrínsecamente  ligado al proceso del desarrollo histórico de la práctica social del pensamiento. Ya en tan temprana fecha Platón hacía referencia de ello en su obra La República1 al reconocer como cualidades de la naturaleza del filósofo: “el valor, la grandeza de alma, la facilidad para aprender y la memoria” (2008: 163).  Este problema  se vuelve  recurrente en  la actividad  de los  pensadores, desde los  sofistas hasta nuestros  días,  independientemente de la región del saber explorada y del partidismo filosófico asumido.
A medida que la filosofía fue conformando, en el decursar del tiempo,  con el fenómeno educativo un binomio de trabajo  en  la formación del hombre,  se fue generando una fisura entre la actividad de filosofar como esfera  de actuación y la  enseñanza como actividad docente en la dinámica  del proceso de socialización.  A modo de referente citemos: Benito de Espinoza   advertía  que la acción de enseñar limitaba la actividad profesional del filósofo, Kant que  consideraba la filosofía  como  “el sistema de todo conocimiento filosófico” hacía  distinción entre la filosofía “ex datis” , o sea, el  conocimiento histórico de la filosofía y su enseñanza   y la filosofía  “ex  principiis” como la actividad profesional del  filósofo,  y en este contexto era  partidario  de aplicar el método matemático y sus procedimientos; también  concedía especial significación a la actividad intelectual del reflexionar como dialéctica entre la apariencia y la experiencia2. Por su parte,  Hegel, en su Enciclopedia3, al considerar a la filosofía no sólo como una ciencia, sino también como “un modo peculiar del pensamiento” enfatiza en los procedimientos del filosofar en cuanto al ejercicio del criterio desde los predios de la dialéctica.
 Con el tiempo,  el binomio filosofía-educación se convirtió en una realidad determinante en el proceso formativo socializador. El problema de la enseñanza de la filosofía traspasó los límites del campo de la antigua fisura para abarcar un abanico mucho más amplio de dimensiones  tales como su propia gnoseología, la pedagogía y con ella la metodología de la enseñanza,  hasta proyectos socio-culturales y políticos.     
Pero el problema de la enseñabilidad excedió  el ámbito de la propia filosofía para penetrar en el fenómeno  educativo en correspondencia con las necesidades sociales de formación del hombre,  sin caer en un reduccionismo pedagógico. Baste,  a modo de ejemplo,  la preocupación del filósofo por la docencia  la labor de J.F. Herbart en cuanto a la sistematización de la teoría pedagógica como una ciencia de la educación4, el cual aseguraba que: “la pedagogía como ciencia depende de la filosofía práctica (ética) y de la psicología. Aquella muestra el fin de la educación; ésta, el camino, los medios y obstáculos.” (Apud. Urdanoz, 1991: 554). Precisamente en  este contexto a fines del siglo XIX   emerge la filosofía de la educación.
 No obstante a que “en la actualidad, los criterios de definición de la naturaleza y principios de la filosofía de la educación resultan ambiguos y extremadamente polémicos” (Martínez, 2003: 1), el debate actual entorno al problema de la enseñabilidad de la filosofía se genera desde la necesidad de una didáctica de la filosofía, como metodología particular, a una filosofía de la educación que oriente la instrumentación del fenómeno educativo. el debate actual entorno a lo prioritario en la enseñanza de la filosofía implica las siguientes variables: el conocimiento netamente relacionado con la historia de la filosofía y el desarrollo de competencias intelectuales que como herramientas culturales le sirven al estudiante para abordar el referente concreto, transferir y transformarlo,  ello sustentado por el binomio inteligencia-creatividad5;  es decir,  el docente debe promover en el estudiante una actitud creadora ante las exigencias del proceso de enseñanza-aprendizaje y su realidad contextual.
En este orden, la escuela francesa en un Manifiesto para la enseñanza de la filosofía (2001) considera fundamentales las siguientes competencias a desarrollar:
”Plantear problemas, analizar conceptos, descentrarse de su propio punto de vista y tomar distancia frente a las opiniones, ejercer un espíritu crítico frente a las ideas recibidas y a esquemas de pensamiento establecidos, pasar de la expresión inmediata y espontánea de su punto de vista al desarrollo argumentado y matizado de una posición, practicar el ir y venir desde lo abstracto a lo concreto, entre lo particular y lo universal, sacar las lecciones de un ejemplo y considerar las consecuencias de un principio, desarrollar el contenido y la formulación de sus ideas para tener objeciones en las que se reconoce la legitimidad, concluir una reflexión desde la exposición de una pregunta hasta la formulación de una respuesta ” (2001: 10)
Antropología filosófica
es una rama de la filosofía que se dedica al estudio del ser humano alma y cuerpo; es el estudio del hombre que busca responder preguntas que todos en algún momento nos hacemos como: ¿Qué es el hombre? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué es la muerte?
Delimitación del término, la Antropología Filosófica: Proviene del término en  griego άνθρωπος,  ánthropos que significa “hombre” y λόγος, logos que significa "razonamiento" 
El objeto de estudio de la Antropología filosófica surge de la preocupación por conocer más acerca de la existencia del ser humano y la necesidad de profundizar en sí mismo. Busca identificar las características del ser humano y se basa en los aspectos: material, biológico, económico, cultural, social, etc.  Esta ciencia utiliza las enseñanzas de las ciencias naturales como la biología, zoología, etología, paleo antropología, etc. y las ciencias humanas para tratar de señalar las características de la del ser humano, estudiando el entorno de los reinos mineral, vegetal y animal
CONCEPTO DE HOMBRE EN LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
Para Platón el hombre es ante todo un alma, de origen divino, inmaterial, eterno e inmortal, unido accidentalmente al cuerpo como consecuencia de un pecado y con la misión de gobernar y dirigir el cuerpo como el timonel la nave.
El cuerpo es la cárcel del alma.
La Antropología de Platón tuvo una gran influencia en el pensamiento cristiano y en el medieval.
 San Agustín por influencia platónica atiende sobre todo al alma como sede y habitáculo de la divinidad.
El hombre es visto a la luz de Dios que es principio ultimo de su ser, perfección única, hogar único de toda verdad, principio modelo y fin de todo hombre. En el conocimiento de la verdad esta nuestra felicidad que define como el gozo de poseer la verdad. Por eso el vivir humano es un anhelo intenso y continuado de Dios.
“Nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti" Distingue entre el libre albedrío o la capacidad de elegir y libertad como realización del bien
El hombre posee la posibilidad de elegir entre el bien y el mal pero, para elegir y practicar el bien necesita del auxilio de la gracia divina. El hombre sólo se realiza en el amor. La alegría que nace de la verdad amada y poseída, he aquí lo que todos buscan.
Era la antropología platónica sublimada por la vivencia religiosa cristiana.
SANTO TOMÁS DE AQUINO

El hombre es un ser situado en las fronteras de lo material y de lo espiritual porque es un ser en el que dos substancias incompletas, cuerpo y alma se funden para formar una naturaleza completa, singular.
El alma humana ocupa un ínfimo lugar entre los seres espirituales.
El alma por su naturaleza simple y espiritual, es creada por Dios
El alma humana es sustancia incompleta destinada a formar con el cuerpo una única naturaleza o principio de acción.
Sólo el hombre es persona, no lo es el alma de por sí, aunque pueda subsistir con independencia del cuerpo.
El alma es simple y espiritual por eso no perece con el cuerpo y es ella la que puede poseer plenamente a Dios. Alcanzar esa posesión depende del ejercicio de la libre voluntad humana que no es sino el apetito racional, facultad humana que tiene como objeto el bien en sí y como último bien el Bien absoluto.
El fin último del hombre es Dios poseído plenamente como verdad y Bien supremos. Por eso la sabiduría consiste no sólo en el conocimiento sino en el amor. El Dios de Santo Tomás es el Dios de la revelación evangélica.
Para alcanzar su fin último Dios ha dado al hombre la Ley Natural que no es otra cosa que la participación de la Ley Eterna en la criatura racional. Esa ley es puede descubrirla por la razón pero Dios ha ayudado a su conocimiento por la revelación..
La Ley natural enseña y manda al hombre a vivir como persona. En ella se fundamenta el valor de las leyes positivas legítimas que pueda dar cualquier otra autoridad.
El Renacimiento no es más que el Humanismo, pero es también un humanismo y un humanismo nuevo, es decir, una nueva comprensión del hombre.
Renace el entusiasmo por las humanidades clásicas, griegas y romanas, y ello comporta la exaltación del hombre en cuanto a hombre.
Los grandes pintores y escultores italianos pintan y esculpen al hombre y a la mujer buscando siempre su expresión más bella, más vigorosa, más natural
Todos los artistas son cristianos pero sus pinceles y sus gubias, no buscan una representación de lo divino en lo humano sino sólo lo humano.
Se acentúa un antropocentrismo.

Por eso avanza un proceso de autonomía del hombre y de sus realizaciones que, andando los años, desembocará en la secularización de la razón, de la ciencia, de la sociedad y de la política.

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